Mexico es uno de los países más peligrosos
“México es uno de los países más peligrosos y letales para la prensa en la región y en el mundo”. 1 Esa es la afirmación categórica con que comienza el capítulo relativo a nuestro país en el Informe Anual sobre la situación de la libertad de expresión en el hemisferio durante el 2022, recién publicado el pasado 23 de abril por parte de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Dicha publicación se da apenas unos días antes de que se conmemore el aniversario del Día Mundial de la Libertad de Prensa, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993.
Desgraciadamente, la violencia en contra de periodistas no es un fenómeno reciente en México y ha sido ampliamente documentada por parte de este y otros organismos internacionales, así como diferentes organizaciones de la sociedad civil. Al menos desde 2013 la misma RELE dejó constancia de que en México las y los periodistas sufrían violencia, tanto por parte de grupos armados, como de policías y miembros de las fuerzas armadas, cuando realizan labores de comunicación vinculadas con la seguridad pública. 2
Sin embargo, a dicho escenario de violencia que sufren las y los periodistas se ha sumado en los últimos años una estigmatización y señalamiento reiterado a su trabajo, proveniente de agentes del Estado y, muy en específico, por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador. Ejemplos de ello los encontramos desde abril de 2020 cuando, ante la pregunta concreta de una periodista respecto al número de muertes suscitadas hasta ese momento a causa de la pandemia por Covid-19, el presidente tachó de amarillista a la prensa y como parte de sus adversarios, añadiendo que se vivía en una “temporada de zopilotes”, para después referirse a que la prensa mexicana no debiera interesarse en lo que sucede en otros países, sino solo enfocarse en el proceso de transformación que él afirma encabezar.
Otro de los episodios paradigmáticos
de esta dinámica de ataques y descalificaciones se dio tras el derrumbe de una estructura elevada de la línea doce del metro de la Ciudad de México, suceso que cobró la vida de al menos veinticinco personas. El presidente, cuestionado al respecto, desvió la conversación y señaló que México actualmente tiene a la prensa más lamentable en mucho tiempo, además de llamarle distante al pueblo y cercana a los grupos de poder “conservador”; finalmente, afirmó que vivimos “un tiempo de oscuridad para los medios”. 4
Las expresiones en un sentido similar han seguido con el transcurrir de los meses y se ha vuelto una constante en el discurso presidencial el ataque a los medios de comunicación, a un punto en que ha sido peligrosamente normalizado el uso de las conferencias matutinas diarias como herramienta para deslegitimizar la labor periodística. Si bien es difícil definir el nexo existente entre la retórica de confrontación con la prensa, por parte del titular del Poder Ejecutivo, y los asesinatos a periodistas que se siguen presentando en México (al menos 3 en lo que va de 2023) 5, es un hecho que las expresiones provenientes del gobierno han creado un ambiente sumamente hostil para los medios de comunicación.
Al respecto, los estándares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos son claros en cuanto al cuidado que deben tener las autoridades estatales de no violentar derechos humanos ni realizar descalificaciones al emitir discursos, ya que debido a la investidura de quien los pronuncia ―en este caso, el presidente―, pueden ser interpretados por individuos y grupos de particulares de forma tal que deriven en actos de violencia. 6